Visto desde fuera, mi infancia fue perfecta. Una madre, un padre, dos hijos y un garaje para tres coches. Como familia, teníamos un negocio de segunda generación y nos íbamos de vacaciones al menos una vez al año. No podría ni empezar a contar el número de amigos que envidiaban mi vida.
Mi madre era el estandarte de oro para pulir las apariencias ante el mundo, y nadie supo nunca de su enfermedad mental ni del alcoholismo de mi padre. Al ser la pequeña de la familia, me di cuenta muy pronto de que todos los que me rodeaban no podían ni siquiera cuidarse a sí mismos, lo que significaba que yo tenía que cuidarme a mí misma.
El otro día leí algo que decía: «El exceso de independencia es una respuesta al trauma». Eso me llega hasta los huesos. A lo largo de toda mi vida he cuidado de otros, y he sido excesivamente independiente, para no tener que sentirme realmente sola y estar conmigo misma. Soy nueva en CoDA, y al vivir en una zona rural, mis recursos son limitados. Sin embargo, espero con ansias este viaje para revelar, descubrir y sanar partes de mí misma que han estado heridas por mucho tiempo.
Maurielle P. – 10/10/2020
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