Aunque siempre tuve todo lo que un niño podía desear y necesitar, nunca me sentí amada por mis padres. Siempre sentí que estorbaba. Como deseaba desesperadamente el amor, me casé a los 18 años y seguí comprometida con el matrimonio mucho después de su fecha de vencimiento. Décadas de incompatibilidad nos habían convertido en una pareja tóxica. Por supuesto, en aquel momento no entendí esos sentimientos. Sólo recientemente me ha quedado claro.
Alrededor de octubre de 2019 tuve un despertar. Una noche, estaba sentada tranquilamente sola cuando una sutil ola de recuerdos me abrumó. No sólo recuerdos, volvía a experimentar momentos cruciales de mi vida. Entendí mis experiencias pasadas y las acciones que tomé con claridad y asombro. Fue como ver una película de mi vida. No sentí miedo ni me sentí incómoda. Me sentí segura, tranquila y contenta. Pero ¿qué significaba?
Mientras intentaba compartir mi experiencia con mi marido, él rápidamente me interrumpió y se negó a escucharme. Insinuó que era el diablo tratando de llevarme. En serio, ¡¿el diablo?! Los sentimientos de insuficiencia me consumieron una vez más. Buscando validación, compartí mi experiencia con algunos amigos. Su respuesta fue negativa o desinteresada. Lo que me había pasado a mí no significaba nada para nadie más.
Empecé a darme cuenta de cómo vivía mi vida para los demás. Siempre dándoles importancia a mi esposo, hijos o invitados en mi hogar. Incapaz de ser simplemente yo misma, me encogía de miedo ante la presencia de los demás. Cuanto más intentaba comprender mi matrimonio, más presión sentía. Mientras más presión sentía, más ansiosa me ponía.
No quería divorciarme a pesar de que éramos tóxicos juntos. Como no quería enfrentar la derrota, cambié para ser quien pensé que él quería que fuera. Intenté mantener la calma, pero ya no podía vivir la mentira. Ya no podía vivir como la persona que pretendía ser. Me estaba enfermando mentalmente.
En algún momento del año 2021, mi esposo dejó de hablarme por completo. Todo lo que obtuve fue sí/no y charla utilitaria. Cada día fue peor que el anterior. A menos que estuviéramos en público, existí durante tres años sin conversación, contacto ni afecto. Rogué por una explicación. Sugerí que buscáramos asesoramiento. Todo lo que intenté fue recibido con más silencio. No era una gran vida. Mi ansiedad me volvió loca. Empecé a hacer cosas escandalosas sólo para que se diera cuenta. Lo que recibí fue una traición cuando él recurrió a sus amigos en busca de confort y consuelo. Se deshizo de mí mucho antes de que lo hicieran los tribunales. Nos divorciamos en abril de 2024 después de 47 años de relación.
Tengo 66 años y estoy sola. Nunca he estado sola. Es una vida vacía. Odio estar tan sola. Es muy difícil para mí pensar en mañana.
Gracias a Dios encontré CoDA. Algunos días, es todo lo que tengo a lo que aferrarme. Si puedo sobrevivir hoy, será suficiente para mí.
Cathy, T. 03/26/2024
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