En mis peores momentos, después de nombrar el problema como codependencia y en busca de alivio, solía esperar ansiosamente las lecturas de CoDA que se publicaban los martes. Solía llorar mucho y deseaba que todos entendieran mi dolor. A veces me imaginaba dibujando y explicando mi dolor a todos mis seres queridos, en forma de rabietas y desastres auto saboteadores.
Han pasado dos años desde que me incorporé y me gustaría afirmar que me siento reparada en muchas áreas, pero quizás todavía no del todo. Me sorprendo a mí misma todo el tiempo, preguntándome si debería sentirme responsable de las emociones de otras personas, o simplemente buscando algo de qué preocuparme.
Me encuentro diciéndome a mí misma a menudo, «recuerda que esa es la codependencia», y luego hago todo lo que está en mi poder para cambiar el comportamiento o los pensamientos hacia «el ahora». Y a menudo encuentro que «el ahora» no tiene nada que ver con el lugar en el que mi mente habitualmente anhela sumergirse.
Extrañar a mi padre, cuidar a mi madre, permitir el abuso de mi ex.
A veces me detengo a recordar que mi madre aprendió la codependencia y no quiso transmitirla, y esto me ayuda porque se trata de «el ahora», y «el ahora» no sigue el camino en el que se sumerge la mente.
“El ahora” sigue moviéndose, esperando que subas a bordo. Y cuando subes a bordo, incluso por momentos, tomas el control de lo único que tienes en este precioso mundo, la magia del ahora.
Saludos cordiales,
Mónica M. – 29/12/20
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