La codependencia ha gobernado mi vida durante 62 años. Estaba apegada a alguien, dando todo lo que era y olvidando mis necesidades. Parecía terminar con tomadores que se aprovechaban de mi nobleza. También pensaba que no sería amada si no hacía cosas por los demás. Cuando el amor no era correspondido, me deprimía y hablé mucho de forma negativa conmigo misma. Realmente no sabía que había un tipo de vida que se llamaba codependiente. Me casé con un codependiente y él era todo para mí. Mi vida giraba alrededor de él. Eso parecía perfecto hasta que falleció hace 5 años. No tenía ninguna identidad propia. Estaba perdida. Había estado cuidando a este hombre durante años y ahora se había ido. No sabía qué hacer con mi tiempo ni a quién recurrir en mi vida. Sentí pánico y tuve que encontrar a alguien a quien amar de nuevo. En consecuencia, pasé un año en que cometí errores. Relaciones equivocadas.
Recibí algo de asesoramiento y encontré a Dios. No fue hasta este quinto año después de la muerte de mi marido que llegué a sentirme cómoda siendo sólo yo misma. Camino en el Señor diariamente. Estoy evaluando una relación con un tipo que conozco desde hace tres años.
Pensé que nunca llegaría al punto de decir que estoy bien para ser yo y no tener que conformarme con tan poco en la vida. Ahora me respeto y he hecho las paces con mi pasado. Mi trastorno de estrés postraumático por los abusos se está sanando. Vivo en el momento presente. Hago cosas buenas para mí y para los demás de forma equilibrada. Dios me ha puesto en un camino renovado. Mi identidad es como hija de Dios. Nunca estoy sola. Dios y los buenos médicos, los amigos cariñosos y la familia y CoDA me han sacado del abismo de lo que fueron los horrores de mi vida. Veo la luz y tengo la libertad de conocerme y ser yo. Gracias por permitirme compartir y dar esperanza a otros.
Barb M. 2 de enero de 2020
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